Amaycha, Quilmes, Ampimpa, Yokabill son algunos pueblos encajados entre las RN40 y RP 307 en nuestra provincia de Tucumán que siguen reconstruyendo su verdadera identidad robada.
En estos pueblos conviven creencias impuestas e identidades originarias. Conviven naciones aborígenes y viajeros sedientos de conocer. Cada comunidad vive bajo el mandato del Cacique y la sabiduría del Consejo de ancianos. La Pachamama protege a estas naciones, aquí no existe la propiedad privada de las tierras, cada comunidad es dueña como tal de las hectáreas que habitan.
Los Amaycha poseen la cédula real por la cual los invasores españoles les «cedieron» este territorio, tierra de la que ancestralmente son dueños y habitantes. A nosotros los viajeros nos cuesta entender que para recibir una porción de tierra en ésta parte del Tucumán profundo, hay que presentar un árbol genealógico que acredite la pertenencia ancestral a la comunidad. Nos es extraño figurarnos que la compraventa de la tierra está prohibida, que es el Cacique quien otorga el terreno y el Consejo de ancianos quien aprueba y resuelve cada conflicto.
Las ruinas de los Quilmes son muestras fresca de esta lucha incesante por el reconocimiento de las raíces de los pueblos y comunidades originarias en Argentina. Allí hay dos obras en construcción embargados en juicio, se construirían allí hoteles. ¿Cómo es ésto?, por un lado algún empresario ambicioso en un intento irrespetuoso por explotar turísticamente éste lugar histórico y por el otro lado la comunidad Quilmes que reflotando su espíritu guerrero como hace 350 años se unió para defender su tierra. Esta disputa entre el sistema legal y la supremacía de las normas autóctonas originarias (en la cuál no existe la compra venta de tierras) bienaventuró que se detuvieran las obras. El reconocimiento al pueblo de los Quilmes hizo que sean ellos quiénes administren, cuiden y guíen en los adentros de su propia historia a todo visitante sediento de conocer.
Paradójicamente el 24 de diciembre la mayoría del pueblo asiste a misa, en una encrucijada dentro de la propia comunidad en el culto a la Pachamama y el catolicismo impuesto por los invasores. Son los propios jóvenes de las comunidades Amaycha y Quilmes, ya despiertos en su sangre, los que lidian con la religión extranjera que sus abuelas intentan inculcarles.
Si bien muchas costumbre quedaron grabadas y heredadas de la conquista española, al punto de corromper sus verdaderas creencias, hay sentimientos que son tan originarios como genuinos en su gente. El vivir en verdadera comunidad con las personas, el respeto sagrado por al madre tierra, el cuidado primordial del agua, el trabajo en conjunto, las puertas de cada hogar abiertas, el respeto y el amor por el otro son tan naturales como los hermosos cerros tucumanos que los abrazan.
Tomás Kraus
Candela Garcia Cambeiro
Viajeros